Justicia o saña | Antonio Alvarez Solís

El autor reflexiona sobre la reciente decisión del Tribunal Supremo de no contabilizar los años de condena cumplidos en el Estado francés y sentencia que «ETA sigue siendo el gran enemigo necesario» para el Estado español. Un enemigo que insiste en mantener vivo con la «victoria» como único objetivo.

Sentí vergüenza, una profunda vergüenza, como estudioso del Derecho y como ciudadano alimentado por radicales principios éticos, ante la información que los periódicos del régimen facilitaron a bombo y platillo acerca del acuerdo del Tribunal Supremo español que no admite los años de cárcel cumplidos en Francia por la gente de ETA para extinguir su responsabilidad penal por hechos armados. La mayoría del Supremo estimó que un encarcelamiento no elimina otro encarcelamiento por el mismo delito sustancial si hay una frontera por medio que permita fueros diferentes; que en tales circunstancias no debe realizarse la acumulación de penas a fin de establecer un límite máximo de prisión que resulte humano. Hay que dar dos veces el mismo mazazo sobre la misma cabeza para complacer a los persecutores encarnizados.

ETA sigue siendo el gran enemigo necesario. Un enemigo irredento al que absurdamente no se le permite negociar el último paso para desaparecer. ETA tiene que estar ahí para que España tenga razón. Una razón espesa, casi inespecífica o de múltiple aplicación. Una razón no intelectual, sino oscuramente genética. Una razón castiza. España no negocia; sobre todo, España no perdona. Da la sensación de que ETA es uno de aquellos contrafuertes que mantenían en pie los pesados muros de los templos medievales cuyas gárgolas escalaban diablos oscuros y pertinaces.

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